Las vistas de la ciudad de las primeras décadas del siglo xix son testimonio fundamental para conocer, estudiar y reconstruir las características de la vida cotidiana de la aldea que era por entonces Buenos Aires. La arquitectura, los espacios públicos y privados y algunos personajes de esos años se hacen presentes en las obras de estos artistas, muchos de ellos extranjeros.
La ciudad y el campo serán los protagonistas de estas obras, cuyos autores se proponían documentar, dar a conocer, mostrar. Este fue el caso, por ejemplo, del artista (e ingeniero) Carlos E. Pellegrini, que registró, utilizando lápices y acuarelas –y para que su familia, que había quedado en Francia, supiera cómo era– el paisaje de la ciudad a la que había llegado
Esta ciudad de pocas cuadras y de más de 40.000 habitantes organizaba su vida cotidiana en torno a dos ejes, uno de los cuales era el río, donde tenían lugar actividades como pescar, lavar la ropa, cuidar animales, acarrear agua y trasladar viajeros y mercaderías desde los barcos. El otro era la Plaza Mayor, centro religioso, político y militar, un lugar público que tenía un rol principal en la vida porteña: por allí transitaban sus habitantes, hasta allí llegaban las carretas con mercancías y otros medios de transporte y era el sitio donde se celebraban las fiestas patrias y las procesiones religiosas. A estos lugares de encuentro al aire libre se sumaban espacios como las pulperías o las tertulias en casas privadas: todos esos ámbitos fueron fuente de inspiración para los artistas de la época y se pueden apreciar en las obras de este tramo del recorrido.