El conventillo

ca. 1930/1935. Guillermo Facio Hebequer.
Litografía sobre papel, 40 x 45,5 cm.
Adquisición Dirección Nacional de Bellas Artes.

Esta litografía pertenece a la serie El conventillo, en la que Guillermo Facio Hebequer (1889-1935) da cuenta de la miserabilidad de los personajes oprimidos que habitan el ámbito urbano de las primeras décadas del siglo XX. El conventillo era una casa de inquilinato pobre donde, en torno a un patio central, se disponían los cuartos habitados por individuos solos o por familias. Los servicios y espacios compartidos llevaban a una vida comunitaria que aunaba costumbres y lenguajes diferentes, propios del fenómeno inmigratorio. Este tipo de viviendas y el modo particular de vida que generaba fue motivo de inspiración para poetas, músicos y artistas.

En la litografía citada, también denominada El velorio, el fuerte contraste de luz y sombra crea un entorno dramático para los gestos apesadumbrados y elocuentes de las mujeres que se distribuyen en la escena. La figura de la izquierda, sentada de perfil a contraluz, marca un negro profundo, y el haz de luz en diagonal destaca el misterio del paso de la muerte. Tanto el tema como la elección de la técnica evidencian la intención del artista, líder del Grupo de los Cinco, también denominado Artistas del Pueblo, conformado por José Arato, Adolfo Bellocq, Agustín Riganelli y Abraham Vigo. Estos artistas plantean un fuerte compromiso con su tiempo y se declaran a favor de un arte para la revolución. Provenientes de familias humildes y criados en barrios obreros, se conocen al frecuentar las clases del anexo sur de la Sociedad Estímulo de Bellas Artes, en el barrio porteño de Barracas.

Es el entorno el que aporta los personajes y ambientes propios de sus obras, que a su vez constituyen el público al que pretenden dirigirse. La técnica del grabado posibilita la difusión de las imágenes, al permitir la impresión de múltiples originales.

Facio Hebequer realizó ilustraciones para numerosas publicaciones periódicas, como Bandera Proletaria, Mundo Nuevo, Bandera Roja y Contra, entre otras, y para el libro Malditos (1924), de Elías Castelnuovo: en ellas la imagen se convierte en un elemento clave de la prédica política que acompaña y refuerza la ideología de los textos. Texto e imagen se unen para justificar la misión social del arte como agente de transformación.

Facio Hebequer también publicó críticas de arte en Claridad, La Vanguardia, Izquierda y otras publicaciones. Sus inicios como grabador se remontan a 1911, cuando asiste a las clases de aguafuerte dictadas por Pío Collivadino en la Academia de Bellas Artes. A partir de 1930, por problemas en la vista, reemplaza esta técnica de trabajo por la litografía, dibujando con lápiz litográfico sobre piedra.

Hacia 1914, en virtud de la organización del Salón de los Recusados, un gesto de protesta contra el hermetismo de la postura oficial de los Salones Nacionales, Facio Hebequer comenta en un reportaje publicado en 1935 por el diario Crítica: “Nuestros motivos eran de carácter popular. El arrabal y su gente, vistos con un sentido socialmente revolucionario, cosa que desentonaba terriblemente con la pintura ‘oficial’ pacata, relamida y circunspecta…”.[1]


[1] Muñoz, Miguel Ángel, Los artistas del Pueblo, 1920-1930, catálogo exposición Fundación OSDE, 2008, p. 13. Pintores Argentinos del Siglo XX Nº 6, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina , pág. 4.

El formato de la obra que se muestra en esta pantalla no es el original ya que ha sido modificado por necesidades de diseño.