1927. Fernando Fader.
Óleo sobre tela, 100 x 120 cm.
Adquisición Galería Müller.
Fernando Fader (1882-1935) comparte con otros artistas y escritores de la época el interés por encontrar en el paisaje rural y sus habitantes las claves de lo nacional. Esta cuestión comenzó a plantearse a fines de siglo XIX, y continuó durante el siglo XX como consecuencia de la política inmigratoria de la generación del 80 y del proceso de modernización que iba transformando a la ciudad de Buenos Aires. Como contraposición, el campo comenzó a ser idealizado y, en consecuencia, contemplado como lugar de refugio, no contaminado. En este contexto se puede ubicar esta obra de Fernando Fader.
El artista, ya instalado en Córdoba, define su estilo: interpreta la naturaleza y su luminosidad en términos de colores y tonos. La luz, traducida en variaciones cromáticas, integra cielo, sierras, animales, hombres y árboles en una visión panteísta.
El paisaje pleno de serenidad y silencio acoge a los campesinos después de la tarea. La materia de la obra –rugosa, espesa, vibrátil– contrasta con la acción detenida de los personajes