La donación de Josefa Balcarce

Reproducción de la habitación del General San Martín en Boulogne Sur Mer, tal como se exhibía en la década de 1930. Adolfo P. Carranza solicitó a Josefa Balcarce y San Martín, única heredera del General, que donara al Museo los muebles que pertenecieran a su abuelo.

“Vosotras que sois la gloria

de una madre tan querida,

que de un anciano la vida

llenáis de dulce ilusión;

vosotras que la memoria

vais de tesoros orlando

de un tierno padre escuchando

la sabia y digna lección.”

(Ricardo J. Bustamante, A las tiernas niñas Josefa y Mercedes Balcarce, nietas del General San Martín, 1844)

En una carta fechada el 1º de febrero de 1837, que San Martín escribe a su amigo Pedro Molina, se refiere al nacimiento de su segunda nieta, Josefa, a quien con los años llamarían Pepa: “La mendocina dio a luz una segunda niña muy robusta; aquí me tiene usted con dos nietecitas cuyas gracias no dejan de contribuir a hacerme más llevaderos mis viejos días”. Será precisamente Pepa, es decir Josefa Balcarce, quien en 1899 done por pedido de Adolfo P. Carranza los muebles que estaban en la habitación de su abuelo en la casa de Boulogne-sur-Mer donde este pasó los dos últimos años de su vida. Para persuadirla, Carranza utiliza dos poderosas razones: es una forma de que las sucesivas generaciones de argentinos conozcan la vida de San Martín en la etapa del exilio, y de que –de esa manera– el Museo contribuya a engrandecer su memoria, difundiendo y poniendo en valor su participación en las Guerras de la Independencia y su labor en favor de la causa americana.

En este sentido, Josefa es generosa: el desprendimiento le resulta un sacrificio. Ella misma confiesa, en la carta que acompaña el envío, que lo hace “prescindiendo de [sus] sentimientos íntimos”. Ella es la única heredera directa de San Martín, luego de la muerte temprana de su hermana mayor, y no tiene hijos. Durante casi treinta años ha conservado con ella los objetos pertenecientes a su abuelo y es posible que pensara que ese era el mejor destino posible que podía darles.

Sin embargo, como en la actualidad sabemos, Carranza desarrolló una minuciosa –y a veces insistente- tarea para reunir en el Museo Histórico aquellos objetos que pudieran simbolizar los principales hechos y personajes de nuestra historia (o al menos del relato historiográfico liberal al que él respondía). En la carta con que Josefa acompañó el envío también se observa dicho accionar de Carranza quien, evidentemente, ha solicitado la donación por diversas vías y sin dejar pasar ninguna oportunidad de influir en ella para que se inclinara a su favor. Las palabras de Josefa no dejan dudas acerca de la tenacidad con que Carranza trabajaba a favor de reunir una colección de piezas representativas, que constituyeran ese “altar de la Patria” que se esperaba fuese el MHN, un panteón y sitio de memoria.

Ella dice:

Oportunamente recibí las cartas que se sirvió Vd. dirigirme, solicitando enviase á ese ‘Museo Histórico Nacional’ todos aquellos objetos que pertenecieron á mi Abuelo, el General San Martín, aún existentes en mi poder. Mi excelente Amigo, el Señor Don José Machain, apoyó igualmente la solicitud de Vd., y cediendo á sus amistosas instancias, había yo yá decidido en principio hacer ese sacrificio, reservándome -toda vez, el momento de darle cumplimiento, cuando nuestro nuevo y digno Ministro en París, el Señor Don Carlos Calvo, me manifestó con instancia ese mismo deseo, añadiendo que su Pariente el Señor General Capdevila, recientemente venido de Buenos Ayres, me traía una nueva comunicación de Vd., con encargo especial de tratar de obtener me desprenda yó de esas reliquias” (sic).

Como se puede observar, a las varias cartas de Carranza se suman los empeños de varios embajadores ad hoc, que llevaban a Francia como encargo interceder ante Josefa. La carta, que se reproduce más adelante, sigue siendo muy reveladora de estas tratativas.